Siete años después de la crisis financiera de 2008, está claro que la austeridad no funciona. Por el contrario, los recortes en el gasto público solo han generado más desempleo, pobreza y desigualdad.
Y esto ha sucedido mientras banqueros, financieros y grandes empresas ven sus beneficios dispararse y los recursos tan necesarios para financiar los servicios públicos se ocultan en paraísos fiscales y en operaciones de evasión fiscal.