Uso óptimo de las mascarillas

Una familia de cuatro miembros puede gastar hasta 8 euros al día en mascarillas, si las cambia correctamente cada cuatro horas; dedicando hasta 240 euros al mes en este capítulo. Es decir, la mitad de un alquiler mensual de una vivienda en muchas capitales de provincia.

Esto lleva a muchas personas a “exprimir” al máximo el uso de las mascarillas. Tanto en el ámbito laboral como en el privado. Lo que puede ocasionar que las mascarillas sean “sobre utilizadas” más allá del tiempo de uso previsto por el fabricante.

¿CUAL ES EL TIEMPO MÁXIMO DE USO DE LAS MASCARILLAS?

El tiempo máximo de uso va a depender de las condiciones de trabajo y del trabajador, pero cualquier tipo de mascarilla debería ser cambiada como mínimo cuando están humedecidas.

En general las mascarillas higiénicas y quirúrgicas se deben reemplazar cada 4 horas de uso continuado. Las mascarillas EPI cada 8 horas.

¿QUÉ PASA SI SE UTILIZA UNA MASCARILLA DURANTE MÁS TIEMPO DEL INDICADO POR EL FABRICANTE?

Las mascarillas llevan capas de fibras entrelazadas, lo que las hace más filtrantes. Estas capas suelen tener un campo eléctrico que atrae a todas las partículas, desde las más grandes hasta las más pequeñas. Este mecanismo se llama atracción electroestática. Es por ello, también, por lo que hay que cambiárselas cada cierto tiempo: porque con el uso, al ir humedeciéndose, van perdiendo esa carga electroestática y pierden su eficacia y consiguientemente su nivel de protección.

CAPACIDAD DE FILTRACIÓN DE LAS MASCARILLAS

A la hora de valorar el uso y capacidad de una mascarilla debemos fijarnos qué es lo que filtran y en qué proporción. Es decir, para qué están diseñadas.

Las mascarillas higiénicas y quirúrgicas no son equipos de protección individual. Su uso previsto principal es proteger a terceros de la exposición a gotas potencialmente infectadas que procedan de la persona portadora de la mascarilla, filtrando el aire exhalado. También protege al usuario de salpicaduras de fluidos biológicos. No ofrecen protección frente a aerosoles.

Las Mascarillas quirúrgicas se someten a pruebas en el sentido de la espiración —de adentro hacia afuera—. Las pruebas tienen en cuenta la eficacia de filtración bacteriana

ü  Tipo I o EFB I, con una eficacia de filtración bacteriana de más del 95 %.

ü  Tipo II o EFB II, con una eficacia de filtración bacteriana de más de 98 %.

 Recalcamos que estas pruebas se refieren a la determinación de la “eficacia de filtración bacteriana”. (EFB) Es decir, no tienen en consideración los virus (100 veces más pequeños que las bacterias) ni los aerosoles. Por tanto, los índices que se indican de 95% y 98% de nivel de protección NO hacen referencia a estos indicadores sino, básicamente, a la proyección de gotículas o agentes patógenos (bacterias) por parte del usuario de la mascarilla.

Las mascarillas con filtro FFP (filtering face pieces), por sus siglas en inglés, protegen al usuario ya que están diseñadas para filtrar las partículas, aerosoles líquidos y patógenos presentes en el medio ambiente, impidiendo que sean inhaladas por el usuario. 

Estas mascarillas se someten a pruebas en el sentido de la inspiración —de afuera hacia adentro. Las pruebas tienen en cuenta la eficiencia del filtro y los escapes.

Existen tres clases de dispositivos de protección respiratoria desechables con protección contra partículas:

ü  FFP1: mascarillas que presentan el menor grado de filtración, con un porcentaje de filtración de aerosoles de al menos el 80 % y escapes hacia el interior del 22 % como máximo. Se utilizan principalmente como mascarilla antipolvo —bricolaje y trabajos varios.

ü  FFP2: mascarillas con un porcentaje de filtración de al menos el 94 % y escapes hacia el interior del 8 % como máximo. Se utilizan sobre todo en la construcción, la agricultura, la industria farmacéutica y también por el personal sanitario frente a los virus gripales causantes de la gripe aviar, el SARS, la peste pulmonar y la tuberculosis.

ü  FFP3: mascarillas que presentan un porcentaje de filtración del 99 % y escapes hacia el interior del 2 % como máximo. Protegen contra las partículas muy finas, como las del amianto.

Los porcentajes de filtración que se indican para estas mascarillas son con referencia al aire inspirado y su nivel de protección contra virus y otras partículas microscópicas. Tienen eficacia contra aerosoles.

Incidimos en estas definiciones porque desde la USO venimos observando que en la actualidad se están comercializando mascarillas higiénicas y quirúrgicas en las que se anuncia que ofrecen una protección del 95% o 98%. Sin especificar claramente qué es lo que filtran ni cómo. En un contexto de Covid, cualquier ciudadano podría entender que son muy válidas en cuanto a que evitan la inhalación del virus (en el porcentaje de filtración indicado) bien directamente o en forma de aerosoles. Lo cual no es así, como se indica en los apartados anteriores.

EVALUACIÓN DE RIESGOS

En circunstancias “normales” (como antes de la pandemia) lo habitual es que el uso mascarillas EPI fueran recomendadas o incluso exigidas a “trabajadores expuestos” por razón de concretos riesgos asociados a su trabajo: personal sanitario, veterinarios, determinados trabajos en construcción, ganadería o mantenimiento. Para evitar contagios o intoxicaciones. Sin embargo, no podemos decir que estemos en circunstancias normales con motivo de una pandemia que puede afectar a toda la población en todos los ámbitos. Cualquier persona puede quedar expuesta al SARS COV2 en cualquier lugar a cualquier hora. Lo que debe hacer reconsiderar el uso “no profesional” de las mascarillas FFP en entornos laborales cerrados. Y ello con independencia de los concretos riesgos higiénicos de su tarea.

El uso de cualquier tipo de mascarilla puede suponer una carga para el trabajador motivada, por ejemplo, por la resistencia a la respiración o el calor que ocasiona y habrá que tenerlo en cuenta para reducir los tiempos de uso al máximo posible (estableciendo periodos de descanso, teletrabajando cuando sea posible o realizando otras tareas que no requieran su uso). La ventilación de los locales de trabajo, por ello, debe situarse en valores máximos de renovación del aire. Lo que permitiría recurrir en menor medida al uso de mascarillas. Estos niveles de ventilación se deberían comprobar sistemáticamente mediante medidores de CO2. Aspectos que se deberán tener en cuenta en las correspondientes evaluaciones de riesgo para evitar efectos indeseados sobre la persona trabajadora en función de la naturaleza y carga física de las tareas que se realizan.

En cuanto a cuáles han de ser las mascarillas “adecuadas” esto vendrá determinado por la evaluación que hagan los servicios de prevención. Los cuales se suelen limitar a aplicar los protocolos del ministerio de sanidad. Protocolos que, en general, recomiendan para los lugares de trabajo hacer uso de mascarillas higiénicas o quirúrgicas cuando no se pueda guardar la distancia de seguridad interpersonal.

Este planteamiento es el que se mantuvo desde prácticamente el inicio de la pandemia. Pero creemos que actualmente no se puede aplicar el mismo criterio habida cuenta del conocimiento que se tiene ahora de la influencia de los aerosoles en el proceso de transmisión del virus.  Así como la aparición de nuevas cepas más contagiosas por vía aérea.

Por ello desde la USO hemos dirigido un escrito a la ministra de sanidad solicitando que se revisen dichos protocolos para los lugares de trabajo y reiterado nuestra exigencia de que las mascarillas sean adquiridas y distribuidas gratuitamente por el empresario.

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