AL PIE DEL CAÑÓN EN TIEMPOS DE CONFINAMIENTO, IV
En pocos lugares se topa una persona a diario con tanta gente mientras está trabajando como quien lo hace en un aeropuerto, más si cabe en uno de tanto tránsito como el Sant Joan de Palma. ¿No creen? Pues bien, imaginen ahora ir a desarrollar tu labor a un aeropuerto que casi de la noche a la mañana pasa de ser uno de los de mayor flujo de personas en todo el país a encontrarse, jornada tras jornada, desierto…
Eso es exactamente lo que le pasó durante la fase de confinamiento del estado de alarma a nuestro protagonista de hoy. Pablo Antonio Garrido Salgado es agente del Departamento Lost and Found (reclamación de equipajes) de Grandforce, a la que fue subrogado en 2016 desde Air Europa, donde trabajaba desde 1998. Siendo parte de la plantilla de esta última dio el paso al entorno sindical en 2005, saliendo elegido como delegado, rol que sigue desempeñado en la actualidad a través de USO Illes Balears.
Pablo no olvidará lo vivido en los meses de marzo a mayo…
Respuesta: Durante el confinamiento, lo que más nos sorprendió (tanto a mis compañeros como a mí) fue ver el aeropuerto completamente vacío. Trabajamos en una oficina donde a diario vemos pasar a muchísimas personas, de manera que ver el aeropuerto así nos produjo una extraña sensación, como si todo aquello no fuera real. La sensación de ir a trabajar con las calles vacías, los controles policiales y la tristeza de que mi mujer se quedase sola y metida en casa todo el rato, así como cierto temor al contagio… Emocionalmente me afectaron bastante todas esas circunstancias.
P: Si tuvieras que describir el ambiente que se respiraba en medio de semejante contexto, dirías que era…
R: Era como si estuviéramos en una película en la que la realidad supera la ficción. Los controles médicos y policiales en Llegadas. Los pasajeros repatriados de todo el mundo, que llegaban sintiéndose a salvo de nuevo en su país. La ausencia de casi la totalidad de los compañeros que pasaron a situación de ERTE… Fueron días difíciles en los que las sensaciones se magnificaban: la soledad, el miedo al contagio, la ausencia de personal aeroportuario, locales y oficinas cerradas… Era un todo que te hacía darte cuenta de lo que verdaderamente significa vivir un estado de alarma.
P: ‘Miedo’, una palabra que repetís las personas entrevistadas en esta serie…
R: En mi caso, el trabajo en sí no me produjo miedo, sino cierto respeto por el hecho de que con el paso de los días la llegada de pasajeros de todo el mundo pudiera aumentar el riesgo de contagios si no se desarrollaba la coordinación adecuada.
P: ¿Cómo actuaron la dirección de la compañía y el resto de órganos que participan de la gestión y responsabilidad del aeropuerto cuando planteabais peticiones acerca de medidas de protección e higiene, horarios y turnos o cualquier otro requerimiento?
R: Tanto la empresa como AENA aplicaron protocolos de actuación que en un principio me parecieron insuficientes. Nos facilitaban tan solo una mascarilla semanal, guantes de talla pequeña que no podía usar, y el gel nos lo daban a cuentagotas. Pero después todo mejoró a medida que se hizo acopio de material. Se aplicó un solo turno para el personal de Llegadas que cubría los dos vuelos diarios, quedando solo una persona de turno. Con el paso de los días mejoraron la gestión de la situación.
P: Te referías anteriormente al momento de llegar cada tarde a tu casa y encontrarte con tu mujer…
R: El llegar a casa y encontrarla era para mí el mejor momento del día. Además, siempre llegaba justo a tiempo para participar del aplauso diario de todos los vecinos como reconocimiento al personal sanitario y (quiero pensar) también a todos los que no dejamos de currar esos días. Era muy especial.
P: Una cuestión clave de estas entrevistas es saber si sentís que vuestra labor ha sido justamente reconocida, en este caso por parte del mundillo del aeropuerto de Palma y, sobre todo, de los viajeros y de la ciudadanía balear en general.
R: Piensas de todo, pero luego hay momentos en que te das cuenta de que tu trabajo no pasa desapercibido. Y pondré un ejemplo: pasajeros emocionalmente alterados por el estado de alarma que llegaban aún más nerviosos porque habían sufrido situaciones de pérdida de equipajes debido a los numerosos tránsitos que hubieron de realizar para llegar a su destino, y que al ver que podían contar conmigo notabas cómo poco a poco se sentían consolados, apoyados y atendidos. En esos momentos sientes y sabes que esa es una forma de valorar mi trabajo y la de todos mis compañeros y compañeras.
El aeropuerto de Palma se vació durante varios días. Pasó a ser un desierto. O casi, porque Pablo y muchos otros compañeros y compañeras siguieron desempeñando su labor a diario, al pie del cañón.