OIT: Visión retrospectiva para abordar el futuro: ¿cómo se vislumbra la próxima normalidad?

Las crisis, como la provocada por la COVID-19, traen consigo cambios. ¿Qué conclusiones cabe extraer de crisis anteriores sobre la manera en que pueden ponerse de manifiesto esos cambios?

A lo largo del último siglo se han producido siete crisis que han tenido repercusión a escala mundial. Dos guerras mundiales (de 1914 a 1918 y de 1939 a 1945); dos pandemias sanitarias mundiales, a saber, la gripe española (en 1918) y el VIH/SIDA (en el decenio de 1980); una crisis política de gran trascendencia (en 1989, al concluir la guerra fría); y dos crisis financieras (en 1929 y en 2008).

Esas crisis surgieron en circunstancias específicas y obedecieron a varios motivos. Sin embargo, pueden extraerse de antemano varias conclusiones aplicables a la coyuntura actual.
En primer lugar, como cabe esperar, que las crisis sanitarias propician la innovación en los servicios de atención sanitaria. La penicilina se descubrió en 1926, en un decenio jalonado de avances médicos. En dicho decenio se sentaron las bases del sector farmacéutico moderno. El hincapié en la higiene facilitó el surgimiento de nuevas empresas, como Unilever y Procter&Gamble.

Por lo general, la innovación tiene lugar después de que se produzcan crisis sanitarias, políticas o (en particular) militares. Los períodos que siguieron a ambas guerras mundiales propiciaron innovaciones en materia de tecnología bélica. Sin embargo, la innovación se estanca después de las crisis económicas. La cantidad de patentes registradas en EE.UU, por ejemplo, disminuyó después de las crisis de 1929 y de 2008. Por otro lado, a ambas crisis financieras siguieron períodos de inestabilidad política, en particular en el decenio de 1930, en el que el nacionalismo violento desencadenó una guerra mundial.

Las crisis suelen traer consigo avances sociales. Con independencia del tipo de crisis de que se trate. En los decenios de 1920 y de 1930 se promulgaron muchas legislaciones laborales a escala internacional (28 Convenios de la OIT  adoptados en el decenio de 1920, y 39 en el de 1930). El derecho al voto de la mujer se promovió después de la Primera Guerra Mundial. Tras la Segunda Guerra Mundial se constituyó el sistema de las Naciones Unidas y se promulgó la Declaración de los Derechos Humanos. El VIH/SIDA propició el diálogo sobre la sexualidad y muchos consideran que ello sentó las bases para la igualdad con respecto al matrimonio que se fomentó en el decenio de 2000.

Habida cuenta de ello, y a tenor de la experiencia adquirida en crisis anteriores, ¿qué cabe esperar para el decenio de 2020?

Comencemos por lo que está más claro; debido al carácter de esta crisis, es probable que se produzca una gran innovación en los sectores farmacéutico y sanitario.

En términos generales, las economías se verán alteradas. Surgirán nuevos sectores económicos y empresas, o se ampliarán los actuales, y los más antiguos dejarán de existir. En el decenio de 1920 surgió la aviación y la consultoría de gestión pasó a ser una actividad empresarial fundamental (McKinsey se constituyó en 1926); en el decenio de 1930 se lograron enormes avances sanitarios y se sentaron las bases del sector farmacéutico moderno; y el turismo moderno surgió en el decenio de 1950 (las cadenas hoteleras Best Western y Holiday Inn se fundaron respectivamente en 1946 y en 1952).

Al producirse la crisis financiera mundial de 2008, las cinco mayores empresas a escala mundial eran Exxon, General Electric, Microsoft, AT&T y P&G. Sólo dos de ellas se mantienen actualmente entre las diez mayores. Las cinco mayores empresas actualmente son Apple, Google, Facebook, Microsoft y Amazon.

Por otro lado, la gente tiende a “desatar su comportamiento” después de una crisis. El jazz y el rock and roll surgieron después de sendas guerras mundiales. En el decenio de 1920 se crearon nuevos movimientos artísticos (Bauhaus y Art Deco). Habida cuenta de ello, cabe esperar un desarrollo de los sectores del arte y del entretenimiento, así como una gran creatividad en los mismos.

La interrupción de las cadenas de suministro a escala mundial provocada por la pandemia podría alentar a las empresas a limitar su exposición al riesgo. Ello podría fomentar la automatización y la inteligencia artificial, en particular porque ambas tecnologías facilitan la producción de bienes en lugares más cercanos a los clientes que los demandan. Ello repercute en gran medida en el empleo.

Por otro lado, se ha puesto de manifiesto que las principales decisiones de índole política se han tomado de forma rápida y eficaz.

Por ejemplo, en lo concerniente al trabajo desde casa. Al no existir la necesidad de desplazarse al trabajo a diario, cabe esperar un aumento de la productividad y de los beneficios económicos. Ello evita a su vez la necesidad de contar con oficinas amplias y costosas en el centro de las ciudades. Aunque las ciudades sigan necesitando oficinas de esas características, su cantidad será cada vez menor, o su funcionalidad variará.

© Thomas Hawk

Ello tiene repercusiones de mayor alcance. Si los empleados de oficina (quizás la mitad de ellos) ya no necesitan acudir a su trabajo a diario, tampoco precisan vivir en ciudades caras. En consecuencia, las ciudades tendrán cada vez menos oficinas de alto nivel. Eso sienta las bases para el desarrollo de nuevos modelos comerciales urbanos. Por ejemplo, para impulsar la creación de centros creativos, espacios habitables o zonas de esparcimiento.

Cabe citar asimismo otro aspecto que contribuye a la relevancia de las grandes ciudades, a saber, los migrantes.

La COVID-19  casi puso fin a la migración. Determinados líderes políticos consideran que las actuales restricciones en materia de migración brindan la oportunidad para reforzar agendas más amplias a largo plazo, en consonancia con una opinión pública que ya las refrendaba previamente. Ello podría menoscabar dicho aspecto asociado a la migración, con frecuencia infravalorado, que contribuye a la relevancia de las ciudades.

Las crisis y las medidas de respuesta que se toman frente a las mismas fomenta el surgimiento de grandes ideas en los planos político, económico, social y científico. En algunos casos, han dado lugar a innovaciones que permitieron mejorar la vida de millones de personas; en otros, a conflictos y guerras.

Habida cuenta de ello, hay algo que con toda seguridad cabe esperar para el próximo decenio: que se produzcan cambios.

Por Gary Rynhart, Especialista en actividades para los empleadores, DWT/CO-Pretoria

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