La carga mental está influida por la cantidad y el tipo de informaciones que deben manejarse en un puesto de trabajo.
Existen diversos factores que influyen en la carga mental. Lo primero que hay que tener en cuenta es el tipo de tarea que se realiza, puesto que de ella depende la cantidad de información que se recibe y la complejidad de dicha información.
Cualquier trabajo está compuesto de diversas tareas. Cada tarea incluye unas características que pueden convertirse en fuente de carga. La propia tarea puede exigir una atención y concentración más o menos elevadas en función de la cantidad de señales a las que debe atenderse, las inferencias o deducciones que deben realizarse, el nivel de precisión de la respuesta, el margen de error posible, etc. Por ejemplo, el trabajo hospitalario, las tareas de atención al público, las tareas con ordenador, la vigilancia de procesos… son situaciones en las que la propia tarea exige elevadas demandas de atención y concentración, respuesta inmediata, tratamiento de información compleja, etc. y por ello son ejemplos de puestos de trabajo que suelen definirse como de carga mental elevada.
A la complejidad de la propia tarea, debe añadirse la introducción de nuevas tecnologías ya que, a pesar de que supone un beneficio principalmente en cuanto a rapidez y precisión, no es menos cierto que implica la aparición de nuevos problemas ligados a una mayor necesidad de tratamiento de información compleja.
Otra variable que se debe considerar es el tiempo, que incide en la carga mental desde un doble punto de vista: la cantidad de tiempo del que se dispone para elaborar la respuesta y la cantidad de tiempo durante el cual debe mantenerse la atención.
El primer caso está relacionado con el ritmo de trabajo. Si se ha de trabajar deprisa (seguir el ritmo de una máquina, responder a una afluencia de público, conseguir unos topes de producción, etc.), el esfuerzo que debe realizarse para dar la respuesta adecuada es mayor que si ésta puede ser considerada con más detenimiento.
En el segundo caso, el tiempo está relacionado con la duración de la exposición a una situación de riesgo; en este caso nos referimos a la necesidad de un mantenimiento constante de la atención durante periodos de tiempo continuados a lo largo de la jornada laboral.
A estos factores hay que añadir, además, los relativos a las condiciones ambientales y de organización en las que se desarrolla el trabajo (ruido, temperatura, iluminación, horarios, comunicaciones, etc.).
Hasta aquí hemos considerado los factores relacionados con el trabajo, pero es evidente que hay que tener en cuenta también al individuo que lo realiza. La capacidad de respuesta de las personas es muy variable, dependiendo de una serie de características individuales entre las que cabe destacar las siguientes: la edad, la personalidad, el nivel de aprendizaje, las actitudes hacia la tarea y el estado de fatiga.
Para evitar la carga mental excesiva, el trabajo ha de requerir del individuo un esfuerzo acorde con su capacidad de respuesta. El trabajo ha de posibilitar que el individuo aplique las capacidades y los conocimientos a un nivel que corresponda al de sus posibilidades individuales.
Es importante tener en cuenta que, cuando hablamos de esfuerzo mental, tan agresivo puede ser un esfuerzo excesivo – mantener continuamente una atención elevada – como que el trabajo no requiera de la persona que lo realiza ningún esfuerzo mental.
Fuente: www.prevencionar.com