En los diez primeros meses del año se han producido 595 muertes en el trabajo, 17 más que en el mismo periodo de 2019. Aumentan los accidentes mortales en el trabajo a pesar de la caída del empleo y de la actividad económica
Según la Estadística de Accidentes Laborales, de enero a octubre se produjeron 595 muertes en el trabajo. Esta cifra supone 17 trabajadores fallecidos más respecto al mismo período de 2019.
Del total de muertes en el trabajo, 502 han tenido lugar sido durante la jornada de trabajo. Por situación profesional, 529 trabajadores asalariados y 66 trabajadoras por cuenta propia, han perdido la vida. En sentido contrario, los accidentes leves y graves se reducen un 24,7 % y un 19,3 %, respectivamente.
En cuanto a los datos de accidentes mortales in itinere, han sido 93 las personas fallecidas, lo que supone un descenso del 27,9%.
Muertes en el trabajo por sector y franja de edad
El sector Servicios es el que más fallecidos lleva contabilizados en 2020 con un total de 212. Le siguen Industria, con 121 muertes en el trabajo, lo que supone un 30,1% de aumento; la Construcción con 88 trabajadores fallecidos, cifra que se reduce un 12,9%, y el agrario con 81 trabajadores que han perdido la vida, lo que supone un aumento del 88,4%.
Si tenemos en cuenta los accidentes mortales en jornada por franja de edad, en el grupo de 50 a 54 años han fallecido 117 personas; 98, en el grupo de 55 a 59 años; y 77 fallecidos en la franja de 45 a 49 años. En cuanto a los accidentes mortales in itinere, 18 trabajadores de 45 a 49 años fallecieron; 17 en el grupo de 50 a 54 años, 13, en la franja de 35 a 39 años.
Datos de accidentes laborales
En el periodo enero-octubre de 2020, el número de accidentes de trabajo con baja fue de 397.019, mientras que el de accidentes de trabajo sin baja fue 429.280. Comparando las cifras con el mismo periodo del año anterior, los accidentes con baja experimentaron una disminución del 26% y los accidentes sin baja, del 29,6%.
Dentro de los accidentes con baja, se produjeron 350.642 accidentes en jornada de trabajo y 46.377 accidentes in itinere. La variación en relación al año anterior se situó en el -24,6% para los accidentes en jornada y en el -34,8%, para accidentes in itinere. Por situación profesional de los accidentes con baja, se produjeron 372.243 accidentes para personas asalariadas y 24.776 accidentes para personas trabajadoras por cuenta propia.
Diversidad funcional en la evaluación de riesgos
Más de la mitad de las muertes en el trabajo corresponden a la franja de edad de 45 a 60 años. En USO entendemos que el envejecimiento tiene implicaciones, tanto positivas como negativas, en las capacidades y habilidades de las personas. Mientras que algunas capacidades como la visión, audición o fuerza pueden disminuir, algunas funciones cognitivas, como el control del uso del lenguaje o la capacidad para procesar problemas complejos, mejoran con la edad.
Cuanto mayor sea el número de factores de riesgo que los trabajadores de mayor edad encuentren diariamente, mayor será el riesgo de disminución de la capacidad de trabajo. Los trastornos músculo esqueléticos (TME) son más frecuentes en los trabajadores de más edad. Sin embargo, no se asocia, o al menos no de manera unívoca, al factor edad. Se considera que la exposición continuada a situaciones de carga física afecta en mayor medida a personas trabajadoras mayores, por haber estado expuestos durante muchos años.
Por tanto, se han de tener en cuenta los factores interrelacionados del envejecimiento y las condiciones de trabajo en la evaluación de riesgos, vigilancia de la salud, formación e información para la seguridad y salud en el trabajo de los trabajadores de más edad.
Un proceso de evaluación que tenga en cuenta la diversidad funcional debe valorar la capacidad real, no la edad, y compararla con los requisitos del puesto. Se debe considerar aspectos como la diferente forma de envejecer de cada persona, lo cual se refleja en aspectos como la capacidad funcional o la salud, prestando especial atención a aquellos que desempeñan tareas que pueden considerarse de alto riesgo como trabajo a turnos y nocturno, carga física elevada, trabajo en condiciones de calor, frío o vibraciones.
Los aspectos más relevantes que deberían incluirse en la evaluación de riesgos, comparándose con los modificadores biológicos y epidemiológicos de los trabajadores que envejecen, son:
- El rango de movimiento.
- La fatiga.
- Las tasas de repetición.
- Las capacidades de fuerza.
- Las fuerzas de compresión y otras mediciones.
Los Delegados de Prevención deben de aportar medidas preventivas en el proceso de evaluación para actuar sobre el diseño ergonómico del puesto y del entorno, así se deberá, entre otras acciones:
- Evitar las tareas que requieran tener los brazos elevados, los giros del tronco o desviaciones de la muñeca durante períodos prolongados.
- Limitar el levantamiento de cargas pesadas y las tareas que requieran un esfuerzo elevado.
- Evitar las tareas que requieran reacciones rápidas y en poco tiempo.
- Proporcionar mayor nivel de iluminación en los puestos de trabajo.
- Realizar pruebas periódicas de audición en el reconocimiento médico.
- Permitir la rotación entre tareas ligeras y más pesadas.
- Evitar las tareas en cadena o con ritmo impuesto.
- Permitir que se pueda decidir sobre el ritmo de trabajo.
- Priorizar la precisión sobre la velocidad.