USO recomienda extremar el control preventivo en el trabajo ante las altas temperaturas

Comienza el verano y, con él, una época en que trabajadoras y trabajadores desempeñan sus funciones en unas condiciones ambientales térmicas más agresivas. Si, ya en situaciones de confort, muchas tareas pueden comportar gran fatiga física o mental; en un entorno profesional con temperaturas elevadas, esta se dispara, con los peligros que ello conlleva. A ello se suma que el entorno extralaboral diario de buena parte de la población trabajadora se encuentra también expuesto a altas temperaturas, de forma que durante las horas de descanso no se produce una recuperación efectiva de la fatiga; entre otras cosas, por la dificultad de conciliar el sueño.

Sin descansar bien, es más difícil concentrarse en la conducción al ir o volver al trabajo, o al desplazarse durante la jornada, estando más expuestos a sufrir accidentes de tráfico. Llegar al trabajo con mayor cansancio por pocas horas de sueño y realizar tareas físicas como el manejo manual de cargas, la movilización de enfermos o la limpieza de habitaciones en hoteles aumenta notablemente las probabilidades de sufrir daños por sobreesfuerzos o lesiones musculoesqueléticas. Asimismo, tener patologías previas, como la diabetes, enfermedades cardiovasculares o respiratorias incrementa en gran medida la vulnerabilidad frente a los efectos negativos del calor. La fatiga debe ser un indicador de alerta de la necesidad de extremar el control preventivo sobre las condiciones en que la población trabajadora lleva a cabo sus tareas.

En general, la amenaza que supone el calor se plasma de forma especialmente peligrosa en los trabajos que se realizan al aire libre, como la construcción, las actividades de obras públicas o las agrícolas. No obstante, los peligros por estrés térmico por calor también pueden incrementarse en verano en trabajos interiores con exposición a altas temperaturas, como los de la industria alimentaria, la siderúrgica o los relacionados con la obtención de materiales mediante tratamientos térmicos.

El cuerpo humano cuenta con importantes mecanismos de termorregulación con los que mantener una temperatura interna estable cercana a los 37º C para el buen funcionamiento de los órganos vitales. Entre ellos se encuentran la vasodilatación y la sudoración, y con ellos el cuerpo pretende deshacerse del exceso de calor interno acumulado, intercambiándolo con el medio ambiente. Cuando el calor supera esos mecanismos, comienzan los efectos negativos.

Concretamente, el estrés térmico por calor puede desbordar la acción de estos mecanismos mediante efectos de gravedad diversa, como edemas, quemaduras en la piel, pérdida de sales, deshidratación o agotamiento por calor. A ese respecto, el mayor peligro asociado a la exposición a temperaturas elevadas extremas es el comúnmente conocido como “golpe de calor”. Este se desarrolla cuando la termorregulación ha sido completamente superada, derivando en la excesiva acumulación de calor en el organismo, incrementando su temperatura interna por encima de 40,5º C, pudiendo incluso ocasionar la muerte. A modo orientativo, entre sus principales síntomas se encuentran la aceleración del ritmo respiratorio, taquicardias, dolores de cabeza, náuseas y vómitos, ausencia de sudoración, piel seca y caliente, sensación de aturdimiento, convulsiones, pupilas dilatadas y pérdida de consciencia.

Teniendo en cuenta la gravedad de los posibles daños asociados al calor en el trabajo, se hace obligado contar con unas medidas preventivas para combatirlo, entre las que se encuentran:

  • Informar a los trabajadores sobre los riesgos relacionados con el calor, sus efectos, las medidas frente a los riesgos y las de primeros auxilios que hay que adoptar.
  • Limitar las tareas que impliquen un gasto energético elevado.
  • Limitar el tiempo o la intensidad de la exposición, haciendo rotaciones de tarea siempre que haya actividades o emplazamientos con menor exposición que lo permitan.
  • Planificar las tareas más pesadas en las horas de menos calor, adaptando, si es necesario, los horarios de trabajo.
  • Tener en cuenta que, para el desarrollo de actividades con calor extremo, es necesaria una aclimatación de la persona que lleva un periodo de entre unos 7 y 15 días.
  • Aumentar la frecuencia de las pausas en el trabajo.
  • Permitir, siempre que sea posible, que la persona adapte su propio ritmo de trabajo.
  • Evitar la realización de trabajos en solitario, organizando el trabajo en grupos para minimizar la fatiga en la población trabajadora.
  • Proporcionar ayudas mecánicas para el manejo de cargas.
  • Proporcionar agua potable en las proximidades de los puestos de trabajo.
  • Habilitar zonas de sombra o locales con aire acondicionado para el descanso.
  • Instalar ventiladores, equipos de climatización, persianas, estores y toldos para disminuir la temperatura en los locales cerrados.
  • Usar preferiblemente ropa no ceñida al cuerpo, de tejido ligero y colores claros.
  • Proteger la cabeza de la exposición solar con gorra o sombrero.

De forma adicional, también será necesario disponer de unas pautas de actuación en caso de golpe de calor:

  • Colocar a la persona en una zona a la sombra y en un ambiente frío, a ser posible.
  • Desvestir a la persona y utilizar duchas de agua fría, sin que se emplee agua por debajo de 15º C (a fin de no ocasionar una constricción de los vasos sanguíneos).
  • Si la persona está consciente, proporcionarle agua fría para beber.
  • Si está inconsciente, colocarla en posición recostada sobre un lateral de su cuerpo, con la cabeza ligeramente ladeada, el brazo inferior atrás, extendido, el superior flexionado hacia adelante y arriba, y las piernas flexionadas, más la superior que la inferior.
  • Cubrir, en su caso, el cuerpo con toallas húmedas, cambiándolas con frecuencia y, preferiblemente, en combinación con un ventilador eléctrico o un dispositivo similar, para lograr que la temperatura corporal disminuya algo más.
  • Contactar con personal médico y, si es posible, llevar a la persona afectada al hospital con inmediatez.

Desde una perspectiva global, el calor extremo favorece la generación de daños para la salud, por lo que es fundamental extremar las precauciones, teniendo en cuenta los factores ambientales presentes en el entorno laboral, los factores relacionados con las tareas que se desarrollan y los propios factores individuales que inciden el nivel de riesgo existente. Es necesario un compromiso activo de todas y todos para combatir las consecuencias negativas que cada verano el calor ocasiona en el trabajo, implantando para ello, entre otras posibles, medidas como las citadas.

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