USO: Ahora toca al sindicalismo

En un interesante articulo, publicado en el diario El Mundo, nuestro compañero Joaquín Pérez da Silva, Secretaria Confederal de Formación y Comunicación de la USO, analiza la forzada hegemonía bisindical y el sistema de subvenciones existentes en nuestro país.

En la primavera de 1980, cuando Rajoy acababa de aprobar las oposiciones a registrador de la propiedad, Sánchez soplaba las velas de su octavo cumpleaños y Rivera e Iglesias aún usaban pañales, se aprobaba y publicaba el Estatuto de los Trabajadores. Cinco veranos y un Gobierno después, se aprobaba la Ley Orgánica de Libertad Sindical, que materializaba una apuesta sin disimulo para imponer el bisindicalismo y excluir otras opciones sindicales. Junto a ella, en los Presupuestos Generales, aparecía la primera gran partida económica para subvencionar excluyentemente a los dos grandes actores sindicales, que condicionaría el futuro y los modelos sindicales que a día de hoy tenemos en España.

“Con el paso de los años las subvenciones y prebendas para el bisindicalismo se han universalizado”

Con el paso de los años esas subvenciones y prebendas para el bisindicalismo se universalizarían a todos los recovecos presupuestarios, y a otros menos transparentes como la formación profesional, el diálogo social, la aplicación de políticas sociales, la cooperación internacional o la atribución del patrimonio sindical.

Todo ese montaje legislativo y su desarrollo abundarían en el carácter antidemocrático y falto de garantías y transparencia de la normativa electoral sindical, no corrigiendo el fraude constatado en los procesos electorales sindicales de 1978, 1980 y 1982, sino haciendo que se repitieran e incluso se incrementaran en 1986 y 1990, esta vez con sindicatos bien financiados y metidos en las estructuras democráticas, y rematándose en el 93, cuando el Gobierno implantaba un sistema electoral sindical, hoy en vigor, en virtud del cual las elecciones sindicales ni empiezan ni acaban nunca, donde no se proclaman definitivamente nunca sus resultados ni se depuran censos de empresas o delegados sin mandato ni se sustancian organismos neutrales de control y resolución electoral, etc.

En el terreno de lo que podemos denominar salubridad democrática, los dos proclamados sindicatos más representativos a nivel estatal vienen ostentando una representación institucional e institucionalizada, que poseen de forma indirecta por las elecciones en el ámbito de la empresa. Los trabajadores y trabajadoras eligen a sus compañeros para que les representen en su centro de trabajo, para que defiendan sus derechos y les asesoren, otorgándoles una representación personal más allá de las siglas de los sindicatos por las que se presentan.

Si en el terreno político parece que tenemos claro que la representación legitimada en urnas de ámbito local no es extrapolable al ámbito estatal, en el terreno sindical la obsoleta legislación en materia electoral sí permite esta flagrante distorsión democrática. Es evidente que las competencias en la empresa de un delegado sindical nada tienen que ver con las que ejercen los dos grandes sindicatos en otros ámbitos. Sin embargo, este voto se transforma casi por arte de magia en una representación que legitima a las dos marcas hegemónicas para que negocien, en exclusividad, con Gobierno y patronales, y para que campen en todas las instituciones como parte indivisible de estas.

Es también sabido que esta representación se lleva a cabo bajo unas reglas de juego que benefician en exclusiva a los dos sindicatos de siempre, quienes pueden promover elecciones en cualquier empresa aunque no tengan afiliación en ellas, mientras que el resto de fuerzas sindicales sufrimos un impedimento legal y una desventaja sistémica insalvable.

El bisindicalismo estatal estructural queda garantizado prácticamente de por vida en España, sin sufragio directo ni mandato real de los trabajadores, siendo muy complicado para la ciudadanía, por ejemplo, castigar corruptelas y desmanes de quienes dicen representarnos como trabajadores, en contraposición con lo que parece estar ocurriendo en el terreno político. No parece descabellado plantear unas elecciones sindicales generales celebradas a la vez que las propias de representación en la empresa, que dieran una legitimación directa y ética.

Esta forzada hegemonía bisindical no ha contribuido -más bien al contrario- ni a la organización, defensa y progreso social de la mayoría trabajadora, ni a la cohesión, prestigio y protagonismo autónomo del conjunto del movimiento sindical, ni al respeto y promoción del valor y los derechos del trabajo, ni a garantizar un modelo económico eficaz y sostenible con equidad y redistribución social.

“El panorama sindical en España no ha hecho más que caer en los últimos años”
El panorama sindical en España no ha hecho más que caer en descrédito en los últimos años, cuando la actuación irregular de algunos ha extendido la corrupción al ámbito sindical. Y la ciudadanía ha respondido con una preocupante pérdida de credibilidad. Sin embargo, es justo decir que miles de compañeros y compañeras, bajo distintas siglas sindicales -incluidas las dos privilegiadas-, llevan a cabo un largo, duro y honrado trabajo sindical a diario en defensa de los intereses de sus compañeros de trabajo, con otro orden de prioridades.

Esa denotación del sindicalismo nos salpica injustificadamente a otras organizaciones sindicales, que no patrocinadas política ni legislativamente, representamos a millares de trabajadores que confían en nuestra forma de hacer sindicalismo.

La realización de los irrenunciables objetivos en materia laboral, social y económica requieren de otro desarrollo sindical y un marco realmente democrático y participativo. La derogación de la Ley Orgánica de Libertad Sindical y la promulgación de una nueva legislación sindical y en materia electoral, bajo los principios de libertad, igualdad y proporcionalidad, son los pilares en los que debe basarse la representación de los sindicatos.

Es preocupante que derecha e izquierda se hayan mostrado todos estos años tan cómodos con este sindicalismo pseudovertical en el que los sindicatos mayoritarios son los únicos que representan a la pluralidad. Pero todavía es más preocupante que los que dicen venir a regenerar, a cambiar las cosas, no dicen ni una palabra de todo este asunto… Quien calla, otorga.

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