Las pérdidas de ingresos a nivel mundial debidas al traslado de beneficios de las empresas transnacionales pueden haber ascendido a unos 600.000 millones de dólares solo en 2013
En marcado contraste con la ambición de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, la economía mundial sigue mostrando diversos desequilibrios que no solo son excluyentes, sino también desestabilizadores y peligrosos para la salud política, social y ambiental del planeta. Incluso cuando ha sido posible un cierto crecimiento económico, impulsado por la expansión del consumo interno, un boom del mercado inmobiliario o las exportaciones, los beneficios han ido a parar de manera desproporcionada a manos de unos pocos privilegiados. Al mismo tiempo, la combinación de un exceso de deuda y de una demanda insuficiente a nivel mundial ha obstaculizado una expansión sostenida de la economía mundial.
Las medidas de austeridad adoptadas a raíz de la crisis financiera mundial de hace casi un decenio han agravado esta situación. Dichas medidas han afectado con mayor dureza a las comunidades más pobres del mundo, provocando una mayor polarización e intensificando la inquietud de la población por lo que el futuro pueda depararle. Algunas élites políticas han sido inflexibles en que no hay alternativa, lo que ha creado un campo económico abonado para la retórica xenófoba, las políticas orientadas hacia el interior y los planteamientos basados en el empobrecimiento del vecino. Otros han culpado a la tecnología o al comercio en un contexto de hiperglobación excluyente, pero esto también desvía la atención de una cuestión obvia: si no se adoptan iniciativas significativas, sostenibles y coordinadas para reactivar la demanda mundial mediante el aumento de los salarios y del gasto público, la economía mundial se verá condenada a un crecimiento muy lento o a algo peor.
El Informe sobre el Comercio y el Desarrollo, 2017 sostiene que este es el momento oportuno para intensificar la inversión privada mediante un esfuerzo fiscal concertado —un nuevo pacto mundial— que ponga de nuevo en marcha los motores del crecimiento y al mismo tiempo contribuya a reequilibrar las economías y las sociedades que, después de tres decenios de hiperglobalización, están gravemente desajustadas. Sin embargo, en el mundo actual de las finanzas móviles y de las políticas económicas liberalizadas, ningún país puede actuar por su cuenta sin verse expuesto a la fuga de capitales, al hundimiento de la moneda o a la amenaza de una espiral deflacionaria. Lo que se requiere, pues, es una estrategia de expansión coordinada a nivel mundial e impulsada por un incremento del gasto público, en la que todos los países dispongan de la oportunidad de beneficiarse de un estímulo simultáneo de sus mércados internos y externos.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) acordados hace dos años por todos los miembros de las Naciones Unidas dan el impulso político a esta necesaria coordinación mundial de las políticas macroeconómicas. El Informe sobre el Comercio y el Desarrollo, 2017 aboga por medidas más estrictas y amplias para hacer frente a las asimetrías mundiales y nacionales en la movilización de recursos, los conocimientos tecnológicos, el poder de mercado y la influencia política causadas por la hiperglobalización, que han dado resultados excluyentes y que se perpetuarán si no se interviene para remediarlo.
En el presente Informe se argumenta que, con una combinación apropiada de recursos, políticas y reformas, la comunidad internacional dispone de los instrumentos para activar el esfuerzo inversor necesario para hacer realidad las ambiciones de los ODS y conseguir resultados sostenibles e inclusivos tanto a nivel mundial como a nivel nacional.
Informe completo: http://unctad.org/es/PublicationsLibrary/tdr2017_es.pdf