La CSI ha expresado su plena solidaridad con los pueblos indígenas de la Amazonia, testigos de la desaparición de grandes extensiones de su territorio tras las llamas. Las políticas y el negacionismo climático del presidente de Brasil Jair Bolsonaro han sido enérgicamente criticados por la comunidad internacional por contribuir a la devastación.
“La prolongada negación por parte de Bolsonaro del consenso científico en lo que respecta al clima, sumada a la impunidad que promueve para los poderosos, es una invitación abierta a lo peor de los explotadores predatorios de la Amazonia. Bolsonaro ha eliminado sistemáticamente una serie de medidas de protección del planeta y de los pueblos. Los resultados saltan a la vista, y ha detonado un polvorín de destrucción”, ha expresado Sharan Burrow, Secretaria General de la CSI.
“Estas llamas han reavivado la determinación de la resistencia al Gobierno de extrema derecha de Brasil, una resistencia cada vez más internacional y más unida. Los movimientos de protección del medioambiente, así como los trabajadores, los pueblos indígenas y los jóvenes, entre otros, están unidos, y no debemos dejar que la delirante visión del mundo que tiene Bolsonaro suponga una amenaza para nuestro planeta. Bolsonaro sostiene que la Amazonia pertenece a Brasil, pero en realidad se la está robando a los pueblos de su propio país y de los otros siete países de la Amazonia, y está asfixiando los pulmones del planeta, para satisfacer los intereses del capital internacional”, ha añadido Burrow.
En numerosas capitales se han llevado a cabo manifestaciones de protesta frente a las embajadas de Brasil, y hay muchas más previstas.
Una parte esencial de la campaña electoral de Bolsonaro fue su promesa de explotar la Amazonia. Pese a que la deforestación ilegal ya era foco de protestas internacionales, Bolsonaro decidió eliminar las medidas de protección de los pueblos indígenas y el medioambiente. Tras su llegada al poder nombró ministro de Medio Ambiente a Ricardo Salles, conocido como el “ministro anti-Medioambiente” por los estrechos vínculos que mantiene con la industria minera. Concretamente se demostró que, durante su mandato como secretario de Medio Ambiente, Salles había alterado mapas para beneficiar a una empresa minera, y fue condenado apenas tres semanas antes de que Bolsonaro le nombrara ministro.
“La Amazonia es nuestra”, anunció Bolsonaro el mes pasado en respuesta a las inquietudes expresadas por la comunidad internacional acerca de su enfoque medioambiental, haciendo caso omiso al hecho que la Amazonia se extiende por ocho países, no solo Brasil.
“La magnitud del daño puede atribuirse a su planteamiento. El enfoque basado en la extracción se ha generalizado. Para los trabajadores y para la Amazonia, su planteamiento consiste en dar vía libre a la explotación. Su negación está destruyendo un recurso fundamental para la viabilidad medioambiental de nuestro planeta. Los humanos han protegido y coexistido en este vasto hábitat durante miles de años, y los pueblos indígenas se encuentran ahora con sus hogares destruidos y obligados a huir. Su función de guardianes debe ser respaldada, no destruida”, concluye Burrow.
La controvertida victoria electoral de Bolsonaro se produjo en medio del juicio más polémico del país, en el marco del cual se prohibió que el tremendamente popular expresidente Luiz Inácio “Lula” da Silva pudiera presentarse a los comicios. Recientes revelaciones han demostrado el abuso politizado de las facultades procesales y la connivencia del juez y la acusación durante el juicio que resultó en el encarcelamiento de Lula. El juez responsable es ahora ministro de Justicia de Bolsonaro. La CSI está haciendo campaña con la sociedad civil y los sindicatos brasileños en favor de la puesta en libertad de Lula y contra los ataques retrógrados de Bolsonaro a la legislación laboral y la seguridad social.
